La justicia sudafricana dictamina que los hombres pueden adoptar el apellido de sus esposas

El reciente fallo del Tribunal Constitucional de Sudáfrica determina que la normativa que impedía a los hombres adoptar o combinar el apellido de sus esposas era una “importación colonial” que no reflejaba las tradiciones propias del continente. Pero aclara que la sentencia no obliga a usar el apellido de la esposa, es opcional.
La decisión surgió tras el reclamo de dos parejas a las que el Estado les negó la posibilidad de compartir legalmente el apellido materno. El tribunal recordó que, en muchas culturas africanas, las mujeres mantenían su nombre de nacimiento después del matrimonio y los hijos podían heredar el nombre del clan materno. Estas prácticas, sin embargo, fueron desplazadas por la imposición de valores occidentales durante la colonización.
Las redes sociales están indignadas por la sentencia
La decisión del Tribunal Constitucional generó reacciones encontradas y comentarios a menudo acalorados en las redes sociales. Algunos lo recibieron como un paso progresista para Sudáfrica, mientras que muchos otros usuarios, principalmente hombres, lo criticaron por considerar que iba en contra de la cultura y la tradición del país.
"¿Por qué los hombres entran en pánico en los comentarios? La sentencia no obliga a usar el apellido de la esposa, es opcional. ¡Tranquilos, guau!", escribió una sudafricana en X.
Aunque la sentencia ya tiene validez, será necesario que el Parlamento modifique la Ley de Registro de Nacimientos y Defunciones para que la medida se implemente plenamente. Con ello, Sudáfrica no solo avanza hacia relaciones matrimoniales más igualitarias, sino que también recupera formas de identidad y pertenencia que habían sido relegadas por las estructuras coloniales.
3) Addis Abeba: la capital diplomática de África que honra a Guinea Ecuatorial con una de sus calles”
La capital de Etiopía, Addis Abeba, no es únicamente el centro político y administrativo del país, sino también un espacio cargado de simbolismo para todo el continente africano. Fundada a finales del siglo XIX por el emperador Menelik II, la ciudad nació como un enclave estratégico en el corazón de Etiopía, pero rápidamente fue adquiriendo una relevancia que trasciende las fronteras nacionales. Hoy se reconoce como la “capital diplomática de África”, un lugar donde convergen culturas, lenguas e historias, y que representa la aspiración compartida de unidad entre los pueblos africanos.
Uno de los rasgos más singulares de su diseño urbano es la nomenclatura de sus calles, muchas de las cuales llevan los nombres de países africanos. Este detalle, que puede parecer meramente administrativo, se convierte en una expresión poderosa de solidaridad continental. Al recorrer Addis Abeba, se encuentran avenidas y arterias principales bautizadas en honor a distintas naciones, un recordatorio diario de la diversidad que compone el continente y de la voluntad de celebrar esa pluralidad como fuente de fortaleza colectiva.
En este entramado urbano destaca, por ejemplo, la calle dedicada a Guinea Ecuatorial, que rinde homenaje a uno de los países de habla hispana de África. Esta vía no solo representa la presencia de la nación ecuatoguineana en el corazón diplomático del continente, sino que también reafirma la importancia de reconocer la singularidad cultural y lingüística de Guinea Ecuatorial dentro del mosaico africano. De esta manera, Addis Abeba no solo honra la diversidad, sino que también visibiliza la riqueza de identidades que conviven en África, donde cada país, grande o pequeño, aporta su historia, su idioma y su cultura al proyecto común de integración.
La planificación de la ciudad refleja, en este sentido, una filosofía política y cultural que vincula el espacio físico con un mensaje de integración. Addis Abeba alberga la sede central de la Unión Africana, heredera de la Organización para la Unidad Africana (OUA) fundada en 1963. Este hecho no es casual: Etiopía es uno de los pocos países africanos que nunca fue colonizado, lo que le otorgó un papel de liderazgo en los movimientos panafricanistas y en la defensa de la independencia continental. Así, la capital etíope se convirtió en un epicentro diplomático, acogiendo embajadas, consulados y organismos internacionales, lo cual fortalece su identidad como ciudad al servicio de toda África.
Más allá de la política, Addis Abeba funciona como un espejo de las aspiraciones culturales y sociales del continente. La coexistencia de edificios históricos, iglesias ortodoxas, mezquitas y centros modernos de negocios expresa la síntesis de tradición y modernidad que caracteriza a muchas naciones africanas. El trazado urbano, con sus referencias directas a los países hermanos, dota a la ciudad de una narrativa viva: cada calle recuerda que el destino de África está tejido en común, y que la construcción de un futuro próspero depende de la unión entre sus pueblos.
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